América Economía (LATAM) - Análisis & Opinión
Chile ha sido históricamente una sociedad indómita y orgullosa de sus raíces, de su cultura, de su personalidad, de su orden, de su cielo azulado, de sus ciudades, puertos, lagos, volcanes y cordillera, de sus firmes “no” y también de sus necesarios “sí”, de haber sido capaz de cerrar capítulos trágicos, de saber pararse frente a las adversidades de la naturaleza, así como también de manifestarse frente a las inequidades sociales, pero, sobre todo, una nación con una sola y potente identidad nacional, que ha sabido abrazar al forastero.
En octubre de 2020, con más de 78% de los votos, la victoria del «Apruebo» se impuso de manera contundente, dando a luz a una legítima Convención Constitucional, cuyos miembros fueron electos democráticamente.
Hoy, Chile vive un proceso de consulta popular que tiene como fecha clave el 4 de septiembre, en el que chilenas y chilenos decidirán si aprueban o rechazan la nueva Constitución, mediante un plebiscito de salida.
Según la última medición efectuada por CADEM, 51% dice que votaría rechazo en el referido plebiscito, frente al 33% que asegura que aprobará la nueva Constitución y un 16% que no sabe o no responde. Un dato que no pasa desapercibido es que, frente a la consulta de qué sentimientos le produce la nueva Constitución, el 33% de los encuestados dice que le genera esperanza y 61% dice que le produce temor.
Por tanto, más allá de rechazar o aprobar, y, por cierto, seguir polarizando más al país, debería tener como objeto sustantivo y sensato, el reencuentro a través de equilibrios y capacidad reflexiva. Hoy la sociedad chilena ha comenzado, a través de un costoso proceso de maduración social, a constatar que el camino mesiánico basado en ideologías que pregonan lo refundacional y revisionista no tienen mayor espacio.
Pero más allá del proceso en curso, lo que el chileno de a pie busca con urgencia es volver a vivir en un país seguro, en donde las libertades personales sean respetadas sin ningún ápice de exclusión, en donde el respeto a la propiedad privada y también pública se mantenga, en donde lo normal sea homogeneizar hacia arriba y no hacia abajo, en donde la inclusión social en su más amplia acepción sea incorporada como un principio transversal de la sociedad, que se crea en el crecimiento personal, en el cuidado del ambiente y se rechace el odio de clases y de género.
Chile inició un proceso de búsqueda de una Constitución que vele por los derechos personales y una justicia sin distingo para su protección y ejecución, pero también, el respeto a la institucionalidad, a un solo pueblo, a una sola nación, que respeta y entiende la diversidad y la pluriculturalidad.
”Así las cosas, es probable que la versión final que será entregada simbólicamente al presidente Gabriel Boric el próximo 4 de julio no sea aprobada. Probablemente, la versión que la sociedad chilena apruebe, sea una segunda versión, con mayor altura de miras, pero sobre todo, con mayor capacidad reflexiva que recoja igualdad de derechos y deberes; nada de Cámaras únicas y, por cierto, menos con miembros designados.
Carlos EscaffiDirector, Relaxiona
Es cierto, Chile requiere un cambio, pero con responsabilidad, con maduración, con reflexión, en donde se perciba seguridad, orden, accesos dignos a salud, educación, vivienda, trabajo digno y no bonos, una nación que no normalice lo vandálico disfrazado de reclamo social.
En resumen, un solo Chile donde se respete y evidencie una justicia fortalecida, una Constitución con dignidad, que nos interprete y no nos divida. Aún nos queda camino por recorrer, este es solo el inicio, o como afirmaba Haya de la Torre… que después del clamor, recién empezaba la discusión constitucional propiamente dicha, a ello le denominó “el desfleme”.
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Publicado el viernes, 1 de julio de 2022.